– María Fernanda Larios
“La educación, como la conocíamos, murió el 23 de marzo de 2020”, esta frase la dijo Guadalupe Conn, nuestra directora general de Baedi, y no sólo se involucra a los docentes y estudiantes, sino también a todas las personas que rodean el entorno como pueden ser directivos, personales de intendencia y a los padres de familia en especial, pues ahora son ellos quienes se encargan a diestra y siniestra del proceso educativo de los alumnos.
Antes de que la pandemia por COVID-19 nos alcanzara, las escuelas estaban repletas de niños y adolescentes deseosos por aprender nuevas cosas, jugar con sus amigos en el recreo, compartir el lunch y, en algunos casos, platicar con sus maestros de lo que les molestaba o angustiaba fuera del contexto de la escuela y, de repente, todo eso desapareció de golpe.
Si bien hay varios docentes que ya sabían manejar las TIC, la mayoría de ellos han tenido que adaptar sus contenidos y metodologías a esta llamada “nueva normalidad” y tratan de satisfacer las necesidades educativas, pero sobre todo, socioafectivas de sus estudiantes para que el proceso de enseñanza aprendizaje cobre un significado realmente importante.
Aunque por desgracia ha habido casos en los que los maestros son severamente criticados por no preparar (supuestamente) sus clases, también se ha tratado de crear conciencia sobre todo lo que implica este proceso y el arduo trabajo que realizan los docentes para tratar de cubrir las áreas de formación en el tiempo esperado, eso sin mencionar las dificultades a las que se deben enfrentar, como por ejemplo problemas de conexión o el hecho de que sus estudiantes no puedan acceder a internet, como es el caso de miles de niños y jóvenes que viven en situación de pobreza.
¿Qué ocurrirá cuando el coronavirus se vaya?
Es difícil pensar en que las cosas regresarán 100% a la normalidad una vez que el virus se haya alejado de nuestras vidas; sin embargo, desde mi punto de vista personal creo que a raíz de esta crisis sanitaria se ha formado una nueva comunidad educativa en la cual se da a notar una estructura bastante fuerte y una actitud de comprensión y empatía por parte de los padres hacia el trabajo que los docentes realizan día a día con sus hijos.
Para concluir, debo decir que, aunque ya tiene algunos años que no doy clases, siempre va a estar en mí esa iniciativa de apoyar a aquellos que lo necesiten, llámese docente, padre de familia o estudiante, y tratar de que esta situación sea lo más llevadera posible.